Viajes

SILVERSTONE

Hace unos días regresé de Inglaterra y aún llevo en la memoria la mañana en que a pesar del frío, decidí caminar el histórico circuito…”

 

Por Juan Carlos Maimone

Entonces pensé en aquel 1943 cuando la base de bombarderos de la Royal air Force operaba con el frenético accionar que imponían las circunstancias de la 2da. Guerra Mundial. Pensé en la vigilia de los habitantes de Silverstone y Whittlebury, los pueblos adyacentes al entonces campo de aviación.

Pensé en ese sobresalto cotidiano de estar tan cerca de lo que podía ser un blanco de la aviación alemana y como es natural, sus hombres y mujeres no podían predecir en aquellos tumultuosos tiempos que sólo años más tarde el mismo escenario se convertiría en una catedral del automovilismo deportivo.

Entonces llegar al trazado, poder ver tan de cerca lo antiguo y lo nuevo, lo de entonces y lo de ahora todo dentro del mismo contexto, hizo que rápidamente olvidara el frío y la llovizna persistente de la incipiente mañana.

Pensaba que allí, en el mismo lugar y sobre el mismo muro que separa la calle de boxes de la pista, habrían estado apoyados hombres de la talla de Don Enzo Ferrari, los hermanos Maserati y hasta el mismísimo Juan Manuel Fangio con Stirling Moss.

Pensaba en aquel 14 de Julio de 1951, cuando José Froilán González ponía su nombre y el de Ferrari en lo más alto del podio conduciendo la “375” edificando el primer triunfo del equipo de Maranello en la Fórmula 1.

En vano traté de abstraerme de aquella historia que comenzó a escribirse allí, donde podríamos decir que comenzó el diálogo entre el hombre y las máquinas. Sin embargo; el ruido de dos Porsche y dos Ferrari girando en el trazado me devolvió al hoy, al hoy de Lewis Hamilton, de Sebastián Vettel, de Max Verstapen, a comparar los 95 KPH del Froilán González de entonces con los 234 de Hamilton en el último evento.

Es más que evidente que los tiempos han cambiado; que las ciencias aplicadas allá por 1951 y las de hoy, demuestran el avance incesante de la industria automotriz. Pero Silverstone no ha cambiado; aún y a pesar del paso inexorable del tiempo, sigue guardando esa mística imborrable sobre un mismo escenario, allí donde conviven inseparables la historia y el presente…

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